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Cuando nos cuesta hablar de nuestros sentimientos

Somos una generación a la que no han enseñado a hablar de lo que nos pasa, de lo que sentimos o de lo que nos preocupa. Somos una generación donde lo que hoy conocemos como inteligencia emocional no formaba parte del currículo educativo de las escuelas y, a pesar de nuestra familias nos criaron tan bien como supieron, en la mayoría de hogares tampoco se hablaba de sentimientos ni se les daba espacio para expresarlos y validarlos.

¿Por qué nos cuesta?

Seguramente las emociones «positivas» sí solían ser bienvenidas: mostrarnos contentas, calmadas, seguras, entusiasmadas, etc. era lo «normal», lo que se esperaba y como «debía ser». Cuando ya aparecían la tristeza, el enfado, la frustración, la rabia… quizás se tendía a relativizar, a quitar importancia. ¿Cuántas de nosotras nos hemos hecho daño de peques, nos hemos enfadado o hemos llorado y nos han dicho «venga va, ya está…no pasa nada…»? ¿O teníamos una rabieta propia de la edad y la reprimían con más gritos o castigos?¿ O de más mayores, explicando alguna inseguridad y que nos dijeran que «Eso son tonterías de la edad»?

Si de pequeñas, no nos validaron nuestro dolor emocional puede que aprendiéramos que estar tristes, preocupadas o nerviosas no era adecuado y por tanto, mejor ocultarlo y no pedir ayuda. O hacerlo minimizando la gravedad, para no molestar mucho.

Por ello, cuando crecemos es fácil que nos convirtamos en adultas que intentan racionalizar lo emocional. Que sigamos sin saber cómo nombrar lo que sentimos internamente, que no sepamos qué hacer para reducir el malestar, que no entendamos para qué aparece determinada emoción o que resulte difícil pedir ayuda. 

 

En nuestro día a día en consulta, parte de nuestro trabajo es ayudar a las personas a realizar una buena gestión emocional. Aprender a identificar las emociones, reconocerlas poniendo nombre a lo que se siente (substituyendo así el tan utilizado «estoy bien o estoy mal») y darles el espacio que merecen, como la brújula que son. Éstas nos guían, nos dan información de qué necesitamos, de cuál es el siguiente paso a dar, de qué hemos de dejar atrás y de que nos sienta bien.

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